El río Duero, junto con sus afluentes, forman el cañón fluvial más largo de la Península Ibérica. El Duero y el Águeda definen una parte importante de la frontera con Portugal, unos 120 km. de cañones. Un paisaje singular que acoge una compleja biodiversidad. Paisaje agreste y humanizado a la vez. El hombre ha hecho uso del espacio, lo ha domesticado, proceso en el que sigue para poder vivir en este territorio de extremos. Ganó las laderas con el cultivo en bancales, donde naranjos, olivos, viñedos, almendros tienen su reino, en algunas ocasiones un reino caído que ha dado paso a esos estupendos bosques mediterráneos donde los jumbrios, lodones, cornicabras, madroños, arces...conquistan el territorio.
Aprovechó la penillanura para el cultivo de pastos y cereal para el ganado, gestionando un bosque adehesado, primando la agroganadería en extensivo. No se puede entender el Arribe sin la Penillanura, son inseparables. El modo de vida de la población local y la ausencia de grandes impactos ambientales favorece la conservación de la vida silvestre. Especies como el alimoche o blanquillo, buitre leonado, cigüeña negra, águila perdicera necesitan de una dehesa activa, trabajada, con ganado alimentándose de sus pastos y siendo fuente de recursos.
Un paisaje que llena nuestros sentidos. Arribes es silencio, calma, espiritualidad, naturaleza, educación, arte, sabores y olores, historia, piedras. Un espacio en el que se compatibiliza la conservación de la biodiversidad, la ganadería en extensivo y el turismo sostenible.